martes, 16 de septiembre de 2025

REDACCIÓN NOCTRUNA

Al salir de la prisión, el preso se reúne con sus familiares en un baño de emociones encontradas. Estos le entregan unas monedas y él las arroja contra las puertas del lugar de encierro... Luego prende fuego a sus ropas, aquellas prendas que lo acompañaron en sus últimos días de cautiverio. Con este simbolismo el preso paga sus deudas y carboniza su pasado. 


 

…tono de llamada… (…) primer intento fracasado…(…) tono de llamada dos.

.- Que tal Señor (…) me llamo Carlos, soy la persona que deseaba hacerle una entrevista, usted me proporciono su teléfono.¨

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UN MUNDO DE SOLO SUPERVIVENCIA

Han pasado dos décadas desde que fue detenido. Al preguntarle cómo llegó al reclusorio, guarda un breve silencio y luego suelta la historia como quien arroja  un bulto que lo afije.

“Llegué hace veinte años, acusado de homicidio calificado. Todo ocurrió en la casa de mis padres. En la colonia había gente que se dedicaba a la extorsión, usurpando funciones, jugando a ser policías. Mi familia tuvo problemas con ellos. Yo había sido militar y después policía, así que ya existía un roce por la cuestión de jerarquías. Un día llegaron cuatro hombres armados, con la intención de lesionarme. Yo acababa de llegar a casa y tenía mi arma cargada.

Entraron disparando. Respondí de la misma forma. En el intercambio herí a uno y maté a otro. No corrí. Me quedé en el domicilio alegando legítima defensa: estaba en mi casa, solo me defendí. Pero me detuvieron, me enviaron al Reclusorio Sur y me procesaron por homicidio calificado. El argumento en mi contra fue mi adiestramiento militar: dijeron que actué con ventaja. Además, las personas muertas eran amigas de la policía judicial de aquel tiempo. Autoridades en contubernio con delincuentes: la misma autoridad pervirtiendo sus funciones”.

LA MASCARA DEL  ESTADO DE DERECHO

Hablar de justicia en México, asegura, es hablar de ficción.

“Desde el momento en que te detiene cualquier autoridad —preventiva, ministerial, de investigación o en flagrancia— ya existen fallas. La justicia no es real, es moldeable. Y está determinada por tu posición económica. La brecha la marca lo que puedes pagar por una defensa. Hay miles de personas en la cárcel solo porque no tuvieron dinero para pagar un buen abogado.

Dicen que quitaron a la policía judicial porque estaba viciada, y la reemplazaron por la policía de investigación, integrada por universitarios, en su mayoría abogados. Pero esos abogados muchas veces son los que más te roban. Estás entre la espada y la pared: entre defensores que te saquean y un Estado de derecho deplorable.

En mi opinión, lo que existe es un estado de detención. El abogado ve cómo gana, cómo lucra, y sus clases de ética quedan en el olvido. La justicia no existe”.

EL PESO DE LA CÁRCEL

El cambio de la libertad al encierro, explica, va mucho más allá de perder comodidades como el agua caliente o la privacidad.

“Lo más duro no es lo básico, sino la familia. Ellos son los que ya no tienen descanso. Adentro, uno debe pagar protección para librarse de los conflictos, pero los que sostienen todo son tu esposa, tus padres, tus hijos. Ellos son los que juntan dinero para abogados, copias, trámites. El sistema les chupa todo lo que puede, porque saben que pagarán lo que sea con tal de verte libre.

La cárcel te deja una huella, una marca de por vida. Y esa marca también la carga tu familia. Algunos amigos se alejan; solo se quedan los que realmente te quieren”.

SOBREVIVIR EN UN ENTORNO VIOLENTO

El encierro, dice, es un territorio gobernado por la violencia.

“Desde que llegas los custodios te intimidan, porque su papel es imponer miedo, no respeto. Muchas veces trabajan junto al interno que te extorsiona, que te roba o que te golpea. ¿Cómo sobrevives? Pues brincando al aro: tienes que ser más fuerte que ellos. Si te dejas de uno, se te vienen todos. Entonces no puedes permitirlo.

A veces piensas que sería mejor estar muerto que vivir eso. Pero al final terminas replicando lo mismo: empiezas a generar ‘actividades’.

Dentro no hay ilícitos. No hay bueno ni malo. Lo bueno es lo que te permite sobrevivir; lo malo es lo que te encierra para siempre. Si te pagan por vender droga o golpear a un recién llegado, lo haces, porque es lo que te ayuda a seguir con vida.

“Uno termina siendo parte del mismo sistema corrupto, porque es la única forma de sobrevivir. No puedes ir contra él”.

CONSECUENCIAS DEL FONÓPTICO CARCELARIO

Le pregunto si la violencia constante dejó secuelas. Suspira y responde con calma.

“Afortunadamente he aprendido mucho en mi vida. Mis creencias me han ayudado a mantener un equilibrio. Desde que salí de prisión evito los problemas. Pero la verdad es que el sistema no prepara a nadie para la reinserción social. No hay apoyo psicológico, no hay nada. Sales sin recursos, sin trabajo, y difícilmente lo consigues. Entonces, en la desesperación, vuelves a lo que aprendiste en la cárcel: robar, intimidar. La prisión lejos de prevenir, enseña; lejos de ayudar, contamina”.

LA FE COMO REFUGIO

La religión se convierte en un sostén esencial.

“La fe en prisión es completamente distinta. Allá se vive una experiencia religiosa total. Se agudiza el pensamiento mágico y se refuerza la creencia en Dios. En prisión hay dos caminos: la droga y la violencia, o la religión. Y no importa cuál: satanismo, Santa Muerte, catolicismo, evangelismo… cualquiera sirve, porque lo que buscas es sobrevivir”

El tema de la fe es vital: debes creer en algo. Ahí lo arraigas al cien por ciento, porque es lo único que te hace sentir acompañado y protegido en un mundo de mierda. Lo bueno o lo malo no existen: solo lo que te permite vivir un día más. Una fe bien canalizada, hacia cualquier dios, te da tranquilidad.

Cuando tu familia te ve en paz, también cambia. Se apoyan en esa idea: confían en que Dios te ayuda. Ya no estás solo: tienes un aliado, sea la Santa Muerte o Dios.

EL ESTIGMA DE LA LIBERTAD Y EL DESMADRE SECULAR

Salir tampoco significa ser libre. El estigma persiste.

“Muchos dicen que al salir de la cárcel ya no puedes conseguir empleo por los antecedentes. En mi caso fue distinto, porque no busqué un sueldo estable. Me dediqué al comercio informal. Es muy duro esperar quince días para recibir dinero y comer. Afuera uno improvisa: primero el comercio, después fui taxista y saqué mi tarjetón.

Pero depende mucho de la persona. Hay quienes salen y la cárcel se les nota en la cara, en la forma de hablar, en los gestos. Esos nunca se fueron de ahí. La gente desconfía, no les da trabajo, y vuelven a lo único que saben: robar, extorsionar. Porque, en realidad, no existe un sistema penitenciario que reforme a nadie”.

EPÍLOGO

Al despedirnos, deja una última reflexión.

“Las malas decisiones se pagan, y a veces por años. Hay gente que vive mejor adentro que afuera: ahí son alguien, tienen prestigio; afuera no son nadie. Por eso digo que el sistema no sirve. El mundo está lleno de derechos y obligaciones, y cada quien debe responder por sus decisiones. Esa es la única verdad”.

 

 

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Nota: 

Tiempo atrás estuve indagando ciertos rituales que realizan los internos al salir del reclusorio: prácticas simbólicas que buscan cerrar círculos y evitar, de alguna manera, volver a caer en el mismo lugar. Este fenómeno es un ejemplo claro del pensamiento mágico-religioso que aún palpita en el subconsciente colectivo, y refleja lo poco que conocemos nuestro entorno, así como aquello que siempre se ha dicho sobre el submundo de las cárceles.

El mismo fenómeno se ha documentado en numerosas ocasiones y existe abundante material disponible en internet. La siguiente entrevista la realicé hace un año, tras buscar durante semanas en Facebook a alguien que quisiera compartir su experiencia en prisión. Obtuve algunas respuestas, pero la mayoría pedía un pago o exigía regalías, pues pensaban que yo era un “youtuber” intentando aumentar su canal.

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.- Nosotro ya la vivimos en cana carnal, ¡al chile que te cueste algo!

La entrevista “sin maquillar y textual” apareció en la revista digital “párrafo por letra” pero aquí la presento arreglada con un toque más periodístico, eliminando la paja y dejando la esencia de la entrevista.  

 

 

 

martes, 9 de septiembre de 2025

CRÓNICA DE UN BAILE DE FERIA.

 

 

 


Los usos y costumbres de los pueblos originarios de la Ciudad de México conservan un profundo simbolismo. Cada representación es un espejo de la vida comunitaria, donde la sumisión y el vilipendio conviven con la fe del mexicano, generando escenas que impactan al espectador suspicaz.

 

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“¡Para que vean, cabrones… a bailar, que para eso los embriago!”, grita un “caporal” durante la danza de uno de los pueblos originarios de San Bartolo. Con una cuerda en mano, obliga a los participantes a moverse al ritmo de los azotes. La coreografía simboliza la vida del carbonero: un trabajador sometido a la dureza y brutalidad de sus jefes, quienes lo recompensan apenas con alcohol y comida.

Pregunto a don Alejandro, uno de los asistentes. “¿Qué significa el baile?”. Su rostro, marcado por profundas arrugas que recuerdan los surcos de la tierra, refleja la experiencia de los años.

“Venimos desde el pueblo a ver al señor de esta feria y agradecemos a nuestra señora que nos permita bailar en su casa. Nuestro baile tiene más de 120 años; ha pasado de generación en generación. A mi papá le tocó la fortuna de ser mayordomo en tres ocasiones, y fuimos recibidos por el señor de San Mateo cuando yo era niño”, explica.

Don Alejandro baila con ellos y viste ropa de manta blanca, como dicta su indumentaria de baile.  A diferencia del caporal, que lleva botas, él usa unas chanclas hechas a mano. La costura es tosca y algunos clavos aún sobresalen. Mientras conversa, extrae de su morral  una botella sin etiqueta, le da un trago y me la ofrece. “Debes beber, despreciarla sería una descortesía”, me dice.

El líquido resulta ser aguardiente. A pesar de su presentación humilde, la bebida sorprende por su intensidad: fuerte, pero agradable. Su aroma evoca azúcar quemada, como el caramelo de los flanes. Su color, de un ámbar profundo, confirma que no es un simple trago, sino parte de la memoria cultural de un pueblo que resiste a través de la tradición.

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El baile continuó entre risas y tragos de aguardiente. La representación escenifica la constante lucha entre los jefes, que buscan aprovecharse de las debilidades de los peones. El alcohol y la comida aparecen como símbolos de una pugna que todavía se vive en muchos hogares mexicanos.

De mano en mano me llega un plato con arroz, mole y dos tortillas. El arroz lo cocinan ahí mismo, en el atrio de la iglesia, y lo reparten entre los espectadores del baile. Para ello se permite encender una fogata donde colocan una olla de barro; con experiencia y oficio, preparan grandes cantidades de arroz con una sazón exquisita.

El mole lo elaboran desde cero, como solo se hace en una fiesta de pueblo; donde la hermandad, la comida compartida y las risas logran unir a comunidades distintas.


 

*Pueblo de Tetelpan/ festividad 7 de Sep MMXXV.  CDMX.

REDACCIÓN NOCTRUNA

Al salir de la prisión, el preso se reúne con sus familiares en un baño de emociones encontradas. Estos le entregan unas monedas y él las ...